Disciplina positiva: educar sin gritos
Soy Ángela Villalobos, psicóloga, docente y futura mamá. En mis redes sociales @psico.educa o en mi blog, podréis encontrar contenido y recursos relacionados con educación, psicología y crianza. Siempre desde una perspectiva que busca ayudar, crecer y compartir con mi comunidad.
La disciplina positiva es una corriente educativa tan necesaria como delicada a la hora de ponerla en práctica. Empieza a educar sin gritos con algunos de los siguientes puntos.
¿Qué es eso de la disciplina positiva?
La disciplina positiva va más allá del simple hecho de conseguir que tus hijos “se porten bien”. Hay quien piensa que la disciplina positiva es ser meramente permisivos, dejar al niño/a “hacer” y no tener unos límites claros. Lo cierto es que no es así: la base de esta corriente educativa persigue tener un trato respetuoso, no violento y coherente con el desarrollo infantil.
El lenguaje, verbal y no verbal, juega un papel fundamental. El “educar sin gritos” se convierte en pieza fundamental de este puzle y utilizar un estilo de comunicación claro con tus hijos es tu mayor aliado. Utilizar reglas o límites forma parte del proceso, pero siempre que sea entendibles para los pequeños y acorde con su desarrollo.
¿Es sencillo educar basándose en la disciplina positiva? Nadie nace aprendido y además de padres y madres somos personas con preocupaciones, emociones y un día a día que muchas veces ni si quiera nos permite disfrutar realmente de la crianza. Por tanto, mantener el sosiego y la calma no es en absoluto tarea fácil.
¿Cómo empezar en la disciplina positiva?
Aquí os dejo algunas ideas claras de cómo empezar a poner en práctica con vuestros/as hijos/as la disciplina positiva.
- Claridad y coherencia en las tareas: en primer lugar debes tener muy claro qué es capaz de hacer tu hijo/a. Esto tiene que ver con la coherencia. A veces pedimos o exigimos algunas cosas a los pequeños que en realidad es probable o que bien, no entiendan o que no sepan hacer con exactitud o que incluso se escape de sus manos. En todo caso tu lenguaje debe mantener esa calma de la que hablábamos y tener la paciencia necesaria para permitir que desarrolle la tarea a su ritmo.
- Ser consciente de mis propias emociones: Intenta ser capaz de identificar cuándo tus emociones están a punto de superarte: estás enfadándote o estás irritable y es probable que en cualquier momento alces la voz o tengas un lenguaje inapropiado. Localiza esos momentos, identifícalos y cuando ocurran evita dirigirte directamente a tu hijo/a sin antes haberte calmado o distraído brevemente con otra cosa.
- Ponte en su lugar: los niños, son niños. No son adultos, no son pequeñas réplicas de nosotros. Son simplemente niños. Muchas veces no entienden lo que les proponemos, no entienden nuestras tareas, nuestras responsabilidades y muchas veces tampoco entienden por qué les hablamos con una firmeza o actitud poco cariñosa.
- Déjale elegir: a veces, darles cierta responsabilidad también en las decisiones hace que se sientan más autónomos/as y que se sientan tan activos dentro del proceso que su actitud sea más amable. Dejarle elegir no significa que haga lo que quiera. Dar varias opciones de desayuno y dejar que libremente decida qué llevarse a la escuela.
- Firmeza y amabilidad: esto significa que el ser constante y consecuente con lo que proponemos no está reñido con seguir siendo cariñoso/a o mostrar amabilidad y empatía hacia los pequeños. Utilizar estrategias en este sentido sin perder los estribos o recurrir al grito.
Nada fácil ¿verdad? Para ampliar sobre el tema y poder tener más información de esta corriente educativa os dejo algunos títulos de libros que os pueden resultar de interés:
Cómo educar con firmeza y cariño de Jane Nelsen (gran referente en la disciplina positiva), El cerebro del niño de Daniel J. Siegel para poder comprender sus procesos o Educar en lenguaje positivo de Luís Castellanos son algunos de los títulos que pueden ayudarte en este camino.
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